viernes, 12 de febrero de 1999

El SME, ante la lucha más importante de su historia.















PROMETEN DAR LA BATALLA
La rabia y el miedo se conjugaron en la asamblea extraordinaria del
Sindicato Mexicano de Electricistas contra la privatización de la
industria eléctrica ¤ Crónica: Elena Gallegos ¤ Foto: Carlos Mamahua

Entre la rabia y el miedo, los miles de electricistas que se apretujan en el auditorio y se amontonan en la calle de Antonio Caso, se disponen a dar no sólo la más importante sino quizá la última de sus batallas.

A lo mejor por eso, las viejas, gastadas consignas adquieren un sentido nuevo, y el puño en alto es mucho más que un gesto nostálgico. Amenazados por la privatización de la industria, éstos hombres hacen el juramento de ir con todo a defender el sueño de sus abuelos. Y con en el repetido grito de ''¡SME, unido, jamás será vencido!'', buscan conjurar ''los cálculos de los tecnócratas''.

Herederos de una brillante historia de lucha sindical, que los llevó a obtener en 1936 uno de los contratos colectivos que les dio condiciones de trabajo que muchos otros gremios no alcanzaron sino casi medio siglo después, los electricistas del SME deciden, en Asamblea Extraordinaria, hacer honor al compromiso que adquirieron en 1960 con el presidente Adolfo López Mateos de vigilar el carácter estratégico de la industria eléctrica como patrimonio de la nación.

En grandes mantas que cuelgan de las paredes del edificio sindical se lee: ''Señor presidente Zedillo usted no puede vender lo que no es suyo''.

''¡Aquí nadie se raja!'', es el coro que recibe al Comité Central. Son las cinco de la tarde, Rosendo Flores, el líder, ocupa su lugar en el presidio entre aclamaciones y desafíos. Cuentan por ahí que en enero, cuando Rosendo fue a Los Pinos a entregarle al Presidente una propuesta para darle viabilidad financiera a Luz y Fuerza del Centro, éste le pidió: ''necesito que me ayude'', su única respuesta fue: ''No señor, no puedo''.

Este jueves, frente a sus compañeros, Rosendo ratifica su compromiso con el sindicato y con el país. Los estruendosos ''Zedillo, entiende, la patria no se vende'', con que los electricistas saludan la posición de su dirigente adelantan la ferocidad de la batalla.

Ante el acoso, las viejas consignas recobraron su sentido original

Un momento después, a convocatoria de Arturo Jaúregui, un jubilado con ascendiente sobre la masa y a quien le toca conducir los debates de la asamblea, los electricistas se ponen de pie y con cara de circunstancia entonan el himno nacional ''porque a partir de hoy somos defensores de la soberanía''.

Luego las notas del himno sindical sacuden el auditorio Francisco Breña Alvirez. ''Por un mañana digno y mejor, por el derecho y la justicia para el trabajador'', cantan y se reconocen en los versos que compusieron los fundadores.

Benito Bahena, el de los tranviarios; Francisco Hernández Juárez, el de los privatizados telefonistas; Alejandra Barrales, la dirigente de las azafatas; Blanca Luna, la secretaria general de la sección 9 del SNTE a la que ya le tocó pisar la cárcel; Agustín Rodríguez, del STUNAM; Raúl Alvarez Garín, Benito Mirón Lince y miembros de las directivas del Sutcolmex, COR, SNTSS, Sutín, Barzón, ANAD, CNI, Asociación de Jubilados y Pensionados y hasta de la priísta Corriente Renovadora, entre muchas otras organizaciones que se hacen presentes, acompañan los estribillos con el puño en alto que definitivamente es mucho, mucho más que un gesto nostálgico.

Decenas de manos alzan en vilo a Miguel de Jesús González, secretario general del sindicato de la Ibero en huelga. Y los ''¡Duro! ¡Duro!'', festinan el vuelo del joven dirigente hasta que es depositado en el estrado. Y es que horas antes de que comenzara el encuentro aquello estaba a reventar.

En las butacas, algunos despliegan una manta en la que el puño, emblema del SME, se convierte en seña obscena para dar mayor énfasis a la frase: ''¡Tomen su privatización!''. Jaúregui llama a la cordura. Pide el retiro de la ofensa e insiste en que esa es una asamblea que hará historia y sólo será comparable a la de 1914, que dio vida al sindicato. Otra vez, circunspectos, los electricistas atienden los discursos.

No hay contención para la ira, ella se traduce en insultos para los autores de la iniciativa para reformar los artículos 27 y 28 constitucionales. Tanto, que uno de los 34 oradores que se inscriben para secundar, cuestionar o ampliar el plan de acción que propone la dirigencia --''marchas, cabrones, queremos marchas'', se alzan las voces-- pide que a partir de ya ''deje de llamarse doctores a los señores Ernesto Zedillo y Luis Téllez''. Lo explica: ''no son doctores sino matasanos'' y las risotadas hacen la catarsis.

''¡Mentirosos! ¡Mentirosos!'', acusan. ''¡Unidad! ¡Unidad!'', reivindican. En las afueras del edificio los altavoces reproducen lo que adentro se dice y la multitud se enciende: ''¡Mentirosos! ¡Mentirosos!'' ''¡Unidad! ¡Unidad!'', repite en prolongado eco.

El sentimiento de rechazo se expresa en silbidos y mentadas para el neoliberalismo, los gringos, la güera Rodríguez Alcaine y todo lo que se le parezca.

''Creen que ha llegado la hora final de este sindicato'', grita Ramón Pacheco, secretario del Exterior. La masa le responde sarcástica: ''¡Están looocoos!''.

''Esta pelea ya no tiene regreso'', sigue Ramón. ''¡SME!, ¡SME!, ¡SME!'', se alebresta el respetable. ''Si no supieron administrar la industria...'', continúa, ''¡qué renuncien!'', interrumpen coléricos los delegados de más de 45 mil trabajadores, mientras dos trabajadores de la CFE exhiben un enorme cartel: ''¡No están solos! Los compañeros de base del SUTERM no apoyamos la privatización''.

''Independencia, Revolución, Soberanía, son conceptos que están a la baja en su mercado de valores'', cierra Ramón y los electricistas comienzan a saltar... ''¡aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, que el pinche gobierno se tiene que morir!'', y este es el único momento en el que la rabia se vuelve relajo.

José Antonio Almazán toma la palabra, entre otras cosas dice algo que habrá de repetirse a lo largo de la discusión: ''que los medios digan la verdad''. En este punto, a las televisoras les toca la peor parte, y tanto él como Rosendo y Ramón advierten que desde los despachos gubernamentales ''se orquesta la campaña para desprestigiarnos... Pero ni así nos vencerán''.

''¡SME, Unido, jamás será vencido!'', insiste el gentío, con la certeza de que en ésta disputa se juega la sobrevivencia de su organización.

A lo largo de la jornada, los electricistas piden cuentas del dinero obtenido en las privatizaciones: ''¿Qué hicieron con él?'', pregunta el orador en turno y el auditorio exclama: ''¡se lo robaron!''

Se esparce la sensación de que el plan de acción diseñado por el Comité Central, mismo que terminan aceptando, no es suficiente, aunque sí representa un buen comienzo. Ya entrada la noche, los miles de electricistas que llenaron calles y auditorio se dispersan por la ciudad. Saben que están a punto de dar no sólo la más importante sino quizá la última de sus batallas.

http://www.jornada.unam.mx/1999/02/12/prometen.html